2013




Jean, Norma Jean y el lado oscuro de Eva (25 de febrero de 2013)
Norma Jean y Jean, la mutante que aparece en las películas de X-Men tienen muchas cosas en común, pero sobre todo una vida y muerte atormentadas por aquello que las hacía especiales y deseables. Son el fruto de la esencia oscura de la femineidad, ese eterno femenino del que pocos hablan y que casi todos ignoran deslumbrados por la apariencia de una belleza que se manifiesta, en no pocas ocasiones, efímera.

Jaque al rey (20 de abril de 2013)
Jaque mate. Cuando el rey cae el juego acaba y quien lo derriba gana. Una partida de ajedrez puede durar minutos, horas o toda una vida, dependiendo de la habilidad de los dos contrincantes y de lo que se dispute realmente en el tablero. Doblegar al rey, una pieza débil, limitada, cuyo único valor es precisamente lo que representa, es el objetivo de quien dedica una buena parte de su vida al más complicado de los juegos, a la batalla de la vida misma.

(Ciclo)turismo de calidad (15 de septiembre de 2013)
Una de esas cosas que nunca me han gustado ha sido ir de turista. Eso de cogerte el coche, ir a tomar café a un sitio, darte una vuelta por sus calles, mirar las tiendas, comprar algo por algún motivo oculto que debe tener que ver con asumir el rol de viajero y volverte con menos monedas en la faltriquera, un día entero sin pena ni gloria y unas cuantas fotos que no te atreverás a enseñar a nadie no es santo de mi devoción. Tampoco lo es, aunque lo haga, perderme unos días en un hotel de costa en un entorno construido para la exportación del spanish way de vida, que diría nuestra tan citada Ana Botella.

La loca (8 de octubre de 2013) 
Los vecinos la llaman la loca. Es una mujer de cuarenta y tantos años que vive sola en el piso más alto del edificio, viste de negro, calza botas de combate y lleva el pelo largo evitando que el flequillo le tape la frente con algo parecido a una diadema de tela. Nunca abre la puerta a nadie, ni siquiera a la policía.
Los vecinos la culpan de los siete males. Del olor a orines descompuestos de los ascensores, de los escupitajos en los espejos, de los papeles que pueblan el portal del edificio o de las masas grasientas que casi cada día se extienden por la acera justo debajo de su balcón. Casi todos han oído golpes metálicos que salen de su casa y los portazos que da cada vez que entra o sale. Casi todos la temen y siempre que pueden evitar subir o bajar con ella en el ascensor. Son muchos años soportando su gesto de desprecio, su incómodo silencio cuando baja y ellos van decididos a bajar también, de empujones a niños, de insultos, de esa mirada perdida que tan bien -dicen- caracteriza al loco y lo diferencia del cuerdo.

El trabajo en la sombra, el más antiguo del mundo (6 de noviembre de 2013)
La situación económica y social que vivimos en la segunda década del siglo XXI debe llevarnos a replantear cómo entendemos y cómo queremos que sea nuestra actividad laboral. En “Los dos trabajos” se exponen dos modelos clásicos, el antiguo y el trabajo en la sombra, y se analiza este último para ver cómo una estrategia que se ha ido consolidando y reformulando con el paso de los años, no basada en la retribución directa de la actividad sino en la integración en una unidad cuasi-familiar, es el modelo que permite un mayor disfrute y bienestar del trabajador.

La vida se repite (25 de noviembre de 2013)
Hoy volví al mismo sitio en el que nací hace 48 años. Una reunión de trabajo me llevó allí y el hecho de que terminase y me quedase un buen rato hasta la salida del autobús que me devolvería a Zamora me permitió pasear por las calles de mi ciudad natal. Valladolid es grande, muy grande para lo que estamos acostumbrados por aquí por Castilla y León, pero sigue teniendo algo que me gusta.
Hace muchos años que me fui de Pucela, muchos de cuando decía aquello “que yo no soy de Pucela, que soy de Valladolid”. He ido a menudo, paseado por sus calles, recorrido el Campo Grande como cuando era pequeño e incluso localizado el lugar de la casa en que viví, que fue derribada para construir un bloque de pisos, como ocurre en casi todas las ciudades. Se perdió el jardín, se perdió la puerta de madera, la gloria bajo el suelo y los dos casetos que tenía al lado, pero es como si la magia de todo aquello flotase en el ambiente, cerquita de lo que antes fue el José Zorrilla y ahora es el Corte Inglés.

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